Toy Run.(Ruta del juguete)

Cuando sonó el despertador pensó un disparate, no hacía mucho que se había acostado… Era domingo y las 7,30 horas.

— ¡La maldita salida en moto! —recordó.

Afuera las gotas de agua crepitaban sobre el techo de zinc del garaje y su rodilla izquierda tenía el típico dolor del día lluvioso. Pero se había comprometido.

—La ruta se celebrará en mojado. — Reía estúpidamente.

Se duchó, más por despejarse que por otra cosa: —Total si me voy a mojar, ya son ganas.

Tras desayunar raudo se vistió mirando el reloj.

Aquel estrés le alteraba, le gustaba ir con tiempo de sobra.

En el vestíbulo descansaba sobre una silla el que iba a ser su compañero de ruta. Cuando lo adquirió le pareció una idea genial, no debía de haberse tomado unas cervezas con los amigos antes. El día lluvioso podía dar al traste con su objetivo. Aunque podría ir en coche, ¿Pero quién en su sano juicio va a una ruta en moto metido en un cuatro latas?

— ¡Plástico! Lo envolveré todo con bolsas de compras de grandes almacenes.

Momentos después observaba el efecto: Una horrible visión.

Aquel muñeco de peluche, un cerdito rosa de un tamaño considerable forrado con bolsas y film de cocina le daba un aspecto siniestro cuanto menos.

— ¡Glub! — Pensó nuevamente— ¡Quienes vean esto tendrán pesadillas!

Entonces le vino la idea, sacó ropa vieja: unos vaqueros, una vieja chupa de cuero negra y aquel casco que le tocó en una rifa y no se ponía. Añadió unas gafas estilo aviador de los años 40 y un pañuelo rojo, varias cadenas y chapas, aquí y allá… entre risas acabó de vestirlo incluso le puso unas botas con unos imperdibles.

El resultado era impresionante. Ató el muñeco a la parte trasera del asiento con unas gomas elásticas para equipajes pareciendo un extraño acompañante o paquete.

A punto de salir le vino otra loca idea y entró en casa corriendo para salir vestido con un traje de Papá Noel que le estaba grande pero cumplía dignamente su cometido.

Subido ya a la moto arrancó y salió sin importarle las gotas de lluvia. Durante el trayecto un claxon sonó, otros le siguieron no sería el único. Llamaba la atención por donde pasaba a conductores y peatones. Una vez llegado al lugar de reunión aplausos y vítores le recibieron.

— ¡Las criaturitas de ese hospital se merecen felicidad y juguetes en Navidades y los motoristas se los vamos a llevar hoy! — se dijo satisfecho.

Hace años nació la bonita costumbre de acercarse con la moto a obsequiar a los mas desfavorecidos en esas fechas: los niños enfermos. Convirtiéndose con el tiempo en los famosos «Toy Run’s» (Ruta del juguete) y aquel grupo de amigos perpetuó la costumbre un año más de acercar la Navidad a los niños hospitalizados llevándoles juguetes y alegría.

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