La lágrima de Gregorio.

No soplaba ni una ligera brisa y el sol sofocante complica su cometido, haciendo que el ambiente fuese más húmedo, saboreaba aquella fría copa de Möet Chandon fría mientras veía salir del agua al grupo de modelos en top-less exhibiendo sus curvas. Allí subido en la segunda cubierta del yate de lujo se sentía el rey del mundo, tenía unas vistas espectaculares: al fondo la isla de Koh Pha Ngan se erigía majestuosa como la perla tailandesa que era.

Aquella “escapada» estaba siendo todo un acierto.

Saludaba al grupo de chicas con la mano y una expresión tonta en la cara cuando le interrumpió el capitán del barco (un orondo bengalí que chapurreaba algo de español y al que le gustaban las corridas de toros).

— ¡Señor Martínez! Importante… oficina suya… secretaria suya… ! —como un autómata repetía con un acento muy tailandés

Le mostró uno de aquellos teléfonos vía satélite de dotación del barco.

Se le incendiaron las entrañas mientras miraba el aparato y lo cogió sin mirar al marino al que habría pasado por la quilla sin miramientos.

— ¡Dígame, Mari Ángeles! ¿No le dije que no me molestase? —gritó con ira a su subordinada.

Tomó un respiro mientras la desdichada hablaba y aprovechó para vaciar la copa de un trago.

— ¿Mi esposa? ¿Qué narices hace ahí? ¿Para qué quiere hablar conmigo? ¿Muy Grave?…que se ponga.

Aprovechó para llenar nuevamente el recipiente de champán francés y vaciarla de inmediato.

— ¿Sí? …te dejé suficiente “cash»… ¿Qué ha ocurrido para que me molestes? —Al otro lado la mujer estalló en un llanto.

—Se trata de Quique… —Pronunció el nombre de su hijo a duras penas.

— ¿Qué ha hecho ahora ese desgraciado? ¿Y de cuánto dinero estamos hablando? —Preguntó airado y con una pizca de cinismo. —Desde lo de Quito no me habíais pedido… ¡Estoy harto de este chico y sus excentricidades!

La mujer guardó silencio un instante y le comunicó la noticia entre sollozos.

Él se quedó mirando el horizonte y soltó el aparato que impactó con el suelo de la cubierta. Un escalofrío atravesó su cuerpo la angustia le embargó y una lágrima se le escapó de pronto.

A mi9les de kilómetros de allí en un hospital de las afueras de la capital del país dos médicos cambiaban impresiones en la cafetería del mismo.

—Santi… ¿Cómo va el turno de urgencias? —preguntaba el más joven, con una pizca de admiración en sus ojos.

—Tuvimos mucho trabajo, además de la saturación de pacientes con gripe ingresó un accidente de tráfico muy serio… —respondía el de pelo cano con aire cansado poniéndose bien el estetoscopio en el cuello.

— ¿Tan grave fue?

—Motocicleta, ya sabes, politraumatismos severos, amputaciones, entró en parada en un par de ocasiones, pero se ve que el chaval quería vivir… la peor parte se la ha llevado la chica que iba de “paquete» un coma irreversible por hemorragia cerebral masiva, en fin una tragedia…

Ambos miraban por el cristal una multitud se agolpaba en el exterior del hospital. Fotógrafos, cámaras y locutores, algún periodista aislado tomando notas en un block a la vieja usanza.

—He escuchado que ese circo se debe a los chicos del accidente, de “tú” accidente, mejor dicho… debe de ser alguien famoso. ¿De quién se trata? —Cuando lanzó la pregunta ya estaba con el Smartphone en la mano y los ojos entornados.

El doctor más maduro pensó que eran sus pacientes y por ética no debía dar ningún dato de ellos, pero su joven compañero insistió y pensó que sí saldría a preguntar a los periodistas se enteraría además podría provocar un cierto revuelo, claudicó.

—Segura de Guevara. ¿Te suena?

Hubo unos momentos de silencio entre ellos, el sonido ambiental de la cafetería les envolvió.

—¡Gregorio Segura de Guevara y Cisterrabau!… industrial y empresario de éxito imputado y «milagrosamente» absuelto en el Caso Bionda… un escándalo, se le relacionó con cierto consejero de la Dirección General de Tráfico, fue hace un año cuando desestimaron de la noche a la mañana la sustitución de los elementos de protección pasivos metálicos de las carreteras en uso por unos hechos a base de goma de neumáticos reciclados que según sus fabricantes absorbían el impacto y carecían de aristas cortantes. Se desestimó entonces por ser un proyecto muy caro, además dicho industrial era el que confecciona los elementos metálicos…—A medida que leía su cara cambiaba y el tono se iba haciendo más áspero.

Ambos se quedaron mudos; el destino había obrado de manera macabra dándole dos tazas de karma al padre del chico por su mala gestión, o ambición desmedida… o ambas, simplemente había sido el destino y la mala suerte. ¿Quién sabe?

El doctor apuró su enésimo café con la mirada perdida le esperaba una dura madrugada.

Foto de Mark Arron Smith en Pexels

4 comentarios sobre «La lágrima de Gregorio.»

  1. Juanjo dice:

    No deberian pagar los hijos las deudas de los padres….aunque este sea un cerdo.

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