Cuando salí aquel día con la motocicleta ya lo hacía con una idea en la mente: no correr.
Ya hacía algún tiempo que dejé de salir en grupo, al llegar al lugar de quedada siempre aparecía a última hora el tardón de turno y si no otro le tomaba el relevo supeditando el tiempo en la espera, luego una vez emprendida la marcha aquello era el ejército de Pancho Villa cada uno a su velocidad unos acelerando para que no los esperen y otros utilizando el término (políticamente incorrecto) de “mariquita el último”, llegando al lugar convenido en el orden de una etapa de ciclismo con la meta en un puerto de montaña.
Últimamente la soledad me acompaña en mis escasas salidas domingueras, estoy en una fase de odio a lo que antes me apasionaba sin saber el porqué.
Paré en la gasolinera y allí estaba, al otro lado del surtidor, sola, me llamó la atención cómo negarlo. En el fondo me gusta contemplarlas da igual unas u otras, me encanta recrearme la vista.
Si aquello hubiera sido un cómic su imagen merecería una viñeta central mostrando su belleza y cada detalle del conjunto.
Al fin salió su dueño: un joven con aspecto de surfero y envuelto en una cara y austera equipación algo gastada por el uso pero en consonancia con el vehículo. Me llevé un chasco esperaba una persona de más edad me está bien empleado por asignar estereotipos.
Nos saludamos y arrancó de una briosa patada. El motor de la Norton Commando 750 bramó como sí sus dos cilindros estuvieran cabreados, entonces me di cuenta que sus tubos de escape no eran los de origen así como el manillar. El tipo se la transformó quitándole su aspecto clásico y dejando algo a medio camino entre café racer y deportiva sobria.
Una vez repostado dirigí mis ruedas al divertido Puerto de La Veleta, foto en el cartel para dar constancia y bajé la estrecha y sinuosa carretera buscando el cruce de Vallcastiño y como un regalo a 3 kilómetros a la orilla de esa misma carretera se yergue cual estandarte famoso por sus torreznos de a palmo el Mesón Casa Manolón, una antigua fonda parada de la antigua diligencia que unía Andalucía con Castilla La Vieja. Su dueño Manolo fue un visionario dándole un auge tal que es una ardua tarea conseguir mesa en fin de semana, su premisa es que nadie salga hambriento o descontento, y con unos precios más que razonables es desde luego un gran establecimiento.
Almorcé en las mesas de afuera al solecillo, unos huevos fritos con guarnición de esos pimientos que dicen que no pican y luego es un no parar y un popurrí de avío de orza con un vaso de vino palmero de la casa para que el delicioso pan no hiciera bola.
Absorto me hallaba en mí degustación cuando abandonó el aparcamiento una escandalosa familia adentro de su enorme monovolumen entonces la volví a ver estaba detrás del furgón de los escandalosos, la Norton de la gasolinera. Pensé que aquel motorista tenía criterio a la hora de llenar el buche aunque por su pinta le pegaba más una ensalada de brócoli, kimchi, quinoa con un té matcha.
Fue acabar el último bocado y el carajillo de rigor no se hizo esperar (por sí el colesterol no estaba alto) miré el reloj, pedí la cuenta que aún me quedaban un par de horas hasta llegar a casa. Encima llevaba idea de parar a fotografiar el Mirador de Laguía y echar un trago de agua de la Fuente del Fresno que dicen que trae buena suerte, pagué el dispendio y otra vez a la carretera.
Un rato después en la zona más revirada me pareció notar algún vehículo detrás e incluso oír un claxon, miré por un instante el retrovisor y vi un faro encendido acercándose, me arrimé a la derecha hay una corta recta que sí quería pasar lo podía hacer sin riesgo, no me adelantó. Decidí tomar las siguientes curvas a mi aire y que esperase el de la prisa detrás, al ratillo un ensanchamiento de calzada y dos carriles y una larga subida en recta y el de detrás seguía tocándome el pito y no pasaba adelante, le hice señas con la mano izquierda además del intermitente para que de una vez me rebasara. El menda sigue reacio y yo no le hice caso.
Leí el otro día que asaltaron a un motorista empleando el truco de avisarle que tenía una falsa avería su moto, aquello no me iba a pasar a mí… acelero, por suerte aquel tramo me lo conozco, un curvón a izquierdas casi me “compro» una parcela en su cuneta, salgo con más rabia sí cabe (hoy no iba a correr) continué gestionando virajes pero algo en mi interior era reacio a mirar el espejo, subí varios repechos y una serie de suaves curvas y por fin una larga recta la puse allí a toda velocidad y como siempre recé para que no saliera ningún labriego despistado con su tractor para no acabar mí singladura motorístisca estampado, por suerte no encontré ningún otro vehículo.
A lo lejos divisé una población un cartel me indicó que a 5 kilómetros se encontraba Villarojas de Camino, en un suspiro me planté allí y me detuve en la puerta de la cooperativa habían varios tractores con remolque de los que por suerte no me encontré allá atrás.
Bajé de la moto observando con curiosidad sí realmente venía detrás el causante de mi acelero… ¿Y sí ha dado media vuelta?
Entonces llegó con gran sonoridad y desde lejos reconocí el faro, al acercarse la motocicleta es inconfundible y se detuvo a mí lado y el tipo me gritó: — ¡Menos mal que has parado, te avisaba de que tengo tu cartera, se te cayó en el mesón junto a la moto!—y me enseñaba el objeto extraviado— ¡Has empezado a “arrearle» y yo con este “hierro» casi me estampo dos veces, no te podía seguir!
Me sentí el hombre más sucio sobre la tierra cuando le cogí la cartera y me la guardé (esta vez con cuidado) en el bolsillo interior de la chaqueta. Le invité a tomar algo por las molestias.
Así fue como conocí a Sebas y su Norton Commando 750 del 68.
Foto de Guduru Ajay bhargav de Pexels
Sublime
Muchas gracias, Juanjo.
Encima de que nos obsequias con una narrqcion corta exquisitamente construída, nos dejas una rutita por hacer.
Brutal, Maese Ramon.
Gracias y Gassss!!!!
Ese era el objetivo Fede, gracias por tu tiempo empleado em leerlo.
me gusto mucho el relato con la sinceridad q lo cuentas .. al final las personas nos somprenden eso me encanta !!
Muchas gracias Carmen, a veces cuesta trasladarlo al papel.
¡Bravo!
¡Enforabuena!
Te deseo muchas letras y rutas.
Muchas gracias, espero poder contestarte muchos comentarios como este.
me encanto el relato !! hay momentos y dias q gusta disfrutar de la Soledad dd la ruta y a veces las personas te sorprenden aun sin nunca conocerlas !! biquiños y gass a la vida!!
Gracias mil, a veces esa soledad te recompensa en el espíritu.